North Point Cast; Entrevista #006 Lil Aiden
¿Sabías que en North Point también hacemos podcasts?
Sí, además de ropa, Pop Ups y movidas con la comunidad, también tenemos nuestro propio espacio donde hablamos con gente real que forma parte del universo NP. Artistas, riders, DJs, creativos… personas con historias auténticas y perspectivas que inspiran.
Aquí encontrarás las versiones redactadas de cada episodio: todo lo que se habló, sin perder el rollo ni los detalles.
Continuamos con el sexto capítulo con Lil Aiden, que nos contó su camino, su visión y un montón de cosas que no te quieres perder. Y esto es solo el comienzo.
Fausto: Vamos a empezar situando un poco las cosas. Creo que este es el episodio número 5 o 6… Este es el episodio número 6 del podcast de North Point Cast.
Hasta ahora, los amigos que hemos tenido aquí han sido representantes de la cultura urbana, pero sobre todo de la rama “deporte”: que si BMX, que si patín, roller, skate, scooter… Pero evidentemente nos tocaba introducir y tener presente también lo que es la música.
Y dentro de la música, no hay mejor representación de la cultura urbana que el rap y el hip hop. Lo que no es tan habitual es que quien lo represente sea, además, una chica de Sabadell, guapa, mujer, que ha vivido en un entorno musical muy intenso y que ahora da un paso adelante importante. Lo que queremos es que se la reconozca.
Entonces, con nosotros tenemos a Lil y a Irene. Explícanos algo, porque algo es algo, pero algo queremos saber.
Lil: Un honor estar aquí. Para mí lo chulo es que además formáis parte un poco de todo este círculo del deporte en el que yo también estuve metida de adolescente. Entonces me parece entrañable y me retrotrae a momentos muy felices de mi vida.
Fausto: Pues me alegra que nos lo hayas dicho.
Lil: Cuando me has visto patinar ya no tanto… (risas).
Fausto: Claro, cuando uno lo deja durante 15 años y vuelve, es una movida.
Lil: Totalmente. Pero ahí está, se lleva dentro.
Fausto: Más o menos me has explicado cómo nació tu vínculo con el mundo del patín, pero… ¿con el rap cuándo empieza y cómo empieza?
Lil: Con el rap… a ver. Yo siempre he escuchado rap y siempre me ha gustado mucho escribir, aunque más de una manera prosaica. Tenía un blog de filosofía, reflexiones y demás. He escuchado mucho rap, pero cuando empecé a hacer música yo era muy pequeñita y estaba viviendo en un pueblo del Prepirineo. Allí todo el mundo hacía música. Y lo que más se estilaba era el R&B más clásico, rollo Aretha Franklin, etc. Yo empecé cantando ese tipo de temas.
Llegó un punto de mi vida en el que pensé: “Oye, si a mí escribir me encanta, el rap me encanta y además me gusta mucho la música… ¿qué hago? ¿Qué estoy haciendo haciendo versiones?”. Y ahí dije: “Voy a empezar a darle duro a esto”.
Fausto: ¿Y el segundo paso cuál fue? ¿Empezar a localizar peña por ahí, buscar producciones, bases…? ¿Cómo fue ese proceso?
Lil: La verdad es que tuve mucha suerte. Cuando volví del Pirineo, tenía una amiga, Judith —hoy en día seguimos siendo amigas, es una jefa—, y yo entré en una depresión muy bestia. Al llegar a la ciudad, Sabadell, sentía que la música estaba muy escondida. En el pueblo todo el mundo hacía música, cualquier chaval de clase podía participar, pero al volver a la ciudad me encontré muy sola en esto.
Cogí una depresión de caballo y me di cuenta de que sin música no podía estar. Esta amiga me pilló en ese momento y me dijo: “Yo tengo un amigo que es productor, si quieres os pongo en contacto y tiráis pa’lante”. Nos conocimos, hubo conexión a la primera, y empezamos a hacer temas. Los primeros eran muy soul, muy souleros, más que rap, hasta que dije: “Se ha acabado, necesito darle más contenido a mis letras, algo más real y menos únicamente melódico”.
Fausto: ¿De qué época estamos hablando más o menos?
Lil: De hace ya seis o siete años.
Fausto: Era un momento duro y difícil para el rap, estaba en plena bajada. Sabes que la música, como tantas cosas, tiene ciclos. Veníamos del ciclo 2000–2010, pero entre 2015 y 2020 el rap estaba solo para quien lo sentía muy profundamente, para quien tenía raíces con él. No era precisamente lo que estaba de moda.
Lil: Yo siempre he tenido esta fe de que tanto la gente buena como las cosas buenas siempre vuelven. Para mí, cuando hay un extremo —como ha pasado un poco ahora, aunque ya está mejorando—, llega un punto en que la gente se cansa del contenido vacío. De la música que igual sí te transmite una emoción —y eso está bien, la música para eso está—, pero que, a la hora de la verdad, no te ayuda ni te hace reflexionar sobre cosas que el ser humano necesita.
Es casi inherente al ser humano escuchar una canción y que le lleve a hacer una reflexión.
Fausto: Es una de las características del rap: que no solo es música. Te permite poner en música un pensamiento, un sentimiento, un poema… o incluso una expresión de rabia.
Lil: Para mí siempre ha sido eso. Cuando estuve en el pueblo, me gustaba mucho la literatura y la poesía. Siempre me ha maravillado el poder de abstracción que tienen los artistas, tanto de poesía como de rap y géneros así, para sintetizar algo que es súper abstracto en el pensamiento.
Porque al final es eso: tú tienes un pensamiento y dentro de tu cabeza es algo muy abstracto. ¿Cómo lo sintetizas para que la gente lo entienda? A veces incluso es mejor dejarlo tal cual, sin simplificar, para que la gente que se siente así empatice de verdad.
Pero luego está el otro lado: habrá mucha gente que no tiene esta manera de construir el pensamiento y necesita que se lo sintetices un poco.
Fausto: El pensamiento, como comentas, es abstracto y lo tenemos interiorizado. Hasta que no lo verbalizamos o lo escribimos, hay un salto. Con los ojos cerrados podemos verlo todo, pero cuando lo hemos de transmitir o comunicar, hay que afinar muchas cosas.
Lil: A mí eso me ha dado muchos dolores de cabeza. Me cuesta mucho sintetizar. Hay letras que han funcionado mucho porque las he sintetizado, pero para mí el sentimiento con el que escribí esa canción era mucho más complejo de lo que al final he podido reflejar. Aun así, me compensa, porque pienso: “Si más gente puede empatizar y verse reflejada en esto, mejor”.
Al final mi intención es ayudar o provocar esa reflexión. No hace falta siempre escribir frases súper complejas, aunque tú sientas esa necesidad. Si te pasas de abstracta, se queda en un nicho muy pequeño y no ayudas al resto.
Fausto: A veces, cuando lo consigues plasmar —de una forma u otra— también te ayudas a ti misma.
Lil: Para mí es, sobre todo, eso. Es verdad que, ya llegados a cierto punto de la carrera, intentas llegar a más gente, que te escuchen más lejos, y por eso tienes que sintetizar cosas. Pero sintetizar no es malo: es un arte muy complejo. Condensar un pensamiento abstracto es muy difícil.
Fausto: Luego está una parte puramente técnica y otra puramente emocional. Imagino que en tu caso la emoción es la que te desborda.
Lil: A mí me sobrepasa el sentimiento. De hecho, tengo un tema que no puedo hacer en directo. No lo hice ni en la presentación del álbum; no podía porque me desbordaba la emoción. Puedo escucharlo sin problema, pero cuando lo tengo que cantar, hay ciertas frases que son las más sencillas para quien escucha, pero para mí son muy significativas.
Por ejemplo, esa frase de: “No sabes lo que te perdiste”. Buah… esa frase, tío, me mata.
Fausto: Esa frase, cuando la escuché, me quedó clarísima. Cuando hay un conflicto generacional padres–hijos, en cierta edad, todo el mundo piensa que tiene razón. Cada uno se aferra a lo suyo. Hasta que no pasa el tiempo y hay un reencuentro —si lo hay—, mientras tanto queda como una espina muy dolorosa dentro del cuerpo.
Lil: Así es, tío. Con este tema lo he pasado muy chungo. Yo he tenido que convertirme en mi madre para comprenderla. No para justificar la vida que me dio en la infancia, ni mucho menos, porque hay cosas que son injustificables, pero sí para entender su visión de la vida y por qué pasaron ciertas cosas.
Si yo no me hubiera convertido en mi madre y no hubiera tocado fondo igual que ella, seguiría odiándola hoy en día.
Fausto: Sí, eso pasa. Hasta que uno no aprende a ponerse en la piel del otro —y viceversa— no se generan puntos de encuentro. Al final dices: “Cada uno actuó en función de cómo veía las cosas”. No se trata tanto de maldad, sino de coherencia con su forma de pensar y su manera de ver la vida.
Lil: Sí. Al final eran sus circunstancias y su manera de ver el mundo, que juntas acababan generando ese comportamiento.
A veces lo comento con mi hermana. Somos hijas de la misma madre, pero de diferente padre. Yo viví con mi madre bastante más tiempo que ella, porque siempre tenía esa fe de: “Es especial, es mi madre”.
Llega un punto en el que, cuando comparas tu vida con la del resto, o comparas tu madre con otras madres, dices: “¡Ostras, aquí hay algo que no…!”.
De pequeña lo normalizas todo. Vives una situación y la normalizas porque es lo que tienes, intentas sobrellevarlo de la mejor manera. Eso a la larga te da problemas en otros aspectos de tu vida, pero en ese momento lo ves normal.
Cuando te haces mayor, empiezas a entender que lo que a ti te haría bien no es eso. Y ahí entras en guerra: con tu madre, con lo que tú sientes y con el resto de gente.
Es complicado. A mí, como decíamos antes, la música me ha salvado la vida en ese aspecto. Yo no hubiera podido seguir con tanto odio, tanto rencor y tanta mierda dentro.
Fausto: ¿Te has perdonado también a ti?
Lil: Me estoy perdonando.
Fausto: Porque no es solo perdonar a los demás. Uno también tiene que hacer reflexión sobre sí mismo y decir: “Aquí acepté algo, aquí me equivoqué, aquí tengo que tomar conciencia y dar un paso”. Y a la vez quitarse un poco el dolor. De ahí nace muchas veces el hecho de perdonar: “voy a quitarme este dolor”.
Lil: Sí, totalmente. Si no perdonas, el dolor te lo llevas tú. Perdonar es algo subjetivo. Tú perdonas a la otra persona, pero igual esa persona ni siquiera siente que haya algo que perdonar; está en paz con sus decisiones.
Si tú no le perdonas, quien se hunde eres tú, no la otra persona. Entonces, plántéatelo: ¿quieres hundirte tú?
Fausto: Es un modo de sanar heridas. Tomar conciencia, corregir lo que se tenga que corregir y sanar. La corrección no es fácil, pero el perdón es necesario.
Lil: Sí, totalmente. Ahora yo la he perdonado a ella y ahora me estoy perdonando a mí misma. Porque, como te he dicho, llegué a un punto en el que pensé: “Dios, todo lo que me parecía mal de su comportamiento lo estoy haciendo yo”.
Ahí es donde digo: “Me estoy perdonando”, porque para mí es más difícil perdonarse a uno mismo que perdonar al resto.
Fausto: Bueno, porque implica tomar conciencia y mirarse en un espejo.
Lil: Sí, y eso es muy incómodo. Pero para eso estamos, ¿no? Para autoanalizarnos y sanar estas mierdas que no nos dejan llegar a donde queremos, o ser quien queremos ser. La vida son muchos ciclos.
Fausto: Con eso también puede pasar que cierres un ciclo y empieces otro.
Lil: Exacto. Aunque cierres el ciclo, en mi caso siempre va a haber como un fantasma que me persiga, algo que siempre me lleve a esa costa.
Siempre será una lucha constante, porque es lo que has mamado de pequeña. Hay mucha gente que ha tenido una infancia complicada con sus padres, que los ha odiado, y al final se convierten en ellos y se quedan ahí.
Porque es una lucha muy bestia reconocer que está pasando eso y decir: “Esto me ha hecho infeliz toda la vida, no quiero estar en este punto, no quiero repetir ese patrón”.
Fausto: Y repetir el patrón muchas veces es lo cómodo para no sentir dolor.
Lil: Sí. Pero como decías, es duro decir: “Mi camino tiene que ser este otro, tengo que analizar a la otra persona, analizarme a mí y decidir qué quiero”.
También es verdad que a veces repetir el patrón es casi inevitable, porque es un sello que te marca cuando eres pequeña.
Lo bueno, en mi caso, es que mi madre también me marcó de muchas otras maneras positivas. Era una persona intelectual, le gustaba la cultura, los idiomas…
De ella heredé una parte de mí con la que sí me identifico y que digo: “Esto también soy yo, y está bien. Son las cosas buenas que ella me dejó”.
Simplemente no tengo que repetir el patrón de lo otro. Hay que darle valor a la huella que te deja, sin permitir que lo malo te arrastre.
Fausto: Los choques a veces son inevitables. Una vez producidos, se trata de superarlos.
Fausto: Vale, tú empiezas 2025 con proyectos.
Lil: Sí. Coco es uno de ellos. Coco es uno de ellos. Acaba de salir y yo ya tengo ansiedad por el de 2026, ¿sabes? Ya estoy maquinando para el año que viene.
Pero Coco, para mí, ha sido esa liberación de la que hablábamos: soltar todas las mierdas, todas las piedras, decir: “Las estoy soltando porque soy consciente de ellas y porque el primer paso es reconocerlas para poder seguir adelante o mejorar o hacer lo que crea”.
También podría decir: “Las suelto y luego me hundo en la mierda, reconociéndolas”, ¿no? Entrar en esa vorágine del victimismo de: “Pobrecita yo, qué vida de mierda he tenido…”. Porque también es fácil.
Fausto: Esa es una posición cómoda. Evita la autorreflexión y la autocrítica. El lamento actúa como un bálsamo que lo cubre todo.
Lil: Sí, y siempre hay una parte de eso, siendo sincera. He pasado épocas de envidia hacia la vida de otra gente, en cuanto a recursos, situaciones familiares, vínculos…
He tenido momentos de pensar: “Esto viene de esto; si no hubiera vivido esto otro…”.
Y al final dices: “¿De qué coño me sirve argumentarme esto y darme a mí la palmadita si lo que no quiero es estar así?”. Pues muévete, haz algo.
Fausto: Son tus decisiones las que hacen que tu vida cambie. Una cuestión: en todo este tiempo que has pasado, y que claramente no ha sido cómodo, ¿qué cosas, personas o circunstancias te han ayudado a superarlo? ¿Qué te ha aportado energía, puntos de vista, reflexiones… para llegar al punto en el que estás ahora? Porque, tal como te veo, te veo con mucha fuerza interior, con experiencias vividas e interiorizadas, y con ganas de tirar para adelante.
Lil: Por supuesto, yo siempre para adelante.
Ha habido varias cosas, pero especialmente mi padre. Él también forma parte “un poquito del drama”, porque es una persona con problemas mentales y demás, pero es alguien muy inteligente que, en el momento clave, estuvo ahí para recogerme de la situación en la que estaba. Me aportó una visión y una fuerza tremendas.
Siempre me motivaba en todo. Me decía que yo podía llegar lejos, que podía hacer lo que quisiera, que nunca me ponía trabas. Me dio unas posibilidades que yo no tenía a nivel anímico.
Yo siempre he sido muy solitaria. Me llevo bien con mucha gente, pero soy de juntarme con poca. Entonces me ato muchísimo a la gente del pasado que estuvo conmigo en esos momentos, porque me cuesta que alguien entienda cómo soy si no sabe lo que he vivido. Y como tampoco soy de ir contándolo, necesito a esa gente que ha estado ahí desde antes.
Mi padre me rescató y me puso en el Prepirineo, rodeada de gente súper sana, vitalista, que veía la vida de otra manera. Eso me hizo decir: “Coño, hay un futuro, hay posibilidades”.
Fausto: Muchas veces nuestra vida no somos solo nosotros. Como decía Ortega y Gasset, somos “yo y mi circunstancia”.
A veces pasa con las parejas: según quién tengas al lado, la vida la ves y la vives de una manera u otra. No somos un todo aislado, somos una parte del conjunto en el que vivimos.
Lil: Totalmente. Desde que bajé de allí, el entorno para mí es súper importante. He estado en entornos muy destructivos; como decíamos antes, es fácil estar cómoda con gente que no te juzga, pero eso tampoco te hace mejorar. Es una excusa para quedarse estático en el mismo sitio mientras tu vida se va a la mierda.
Por eso le doy mucha importancia al contexto y a la gente con la que voy. Soy muy selectiva, porque también soy muy de dejarme llevar.
Fausto: Porque eres espabilada, ¿no? (risas). De las experiencias se aprende. Cada día es una experiencia nueva, y la de hoy te sirve para afrontar la de mañana. Todo eso hay que recogerlo.
Lil: Sí, sí, hay que recogerlo. Es muy importante el contexto y la gente que te acompaña para que te ayude a brillar. Porque es muy fácil acomodarte en la posición victimista, o en evadir lo que te duele sin trabajarlo. La fuerza interior es el primer motor.
Fausto: Volvemos al tema de Coco. Para este año: una cosa son las expectativas que la vida te ponga, y otra lo que tú querrías que te pusiera. ¿Qué querrías y qué crees que ocurrirá a partir de Coco, de este paso adelante?
Lil: La verdad es que haciendo Coco ya me han pasado muchas cosas buenas. He podido colaborar con gente que para mí es increíble y con la que nunca hubiera imaginado hacerlo.
Lo que me gustaría con Coco es poder enseñarle al mundo esa parte más profunda. Vengo de otro proyecto que no tenía mucho que ver, más pensado hacia el público que hacia mí misma. Con Coco quiero que me entiendan, que sepan cómo soy. No voy a ir siempre prejuzgando a la “chiquilla esta, a ver qué onda”, pero sí: mi objetivo es ganar credibilidad y hacer colaboraciones con gente a la que realmente aprecio y admiro.
Y hacer conciertos que me pongan en el contexto en el que quiero estar.
Fausto: La credibilidad te la vas a ganar siendo tal cual eres. Sacando de ti todo lo que hay. No se trata de ponerte un decorado ni una forma falsa, sino de mostrar tu sentimiento, tu pasión, tu dolor, tu alegría.
Si eres coherente entre lo que piensas, lo que dices, lo que haces y lo que eres, la gente lo va a percibir. Cuando alguien note eso, dirá: “Esta persona me inspira, me creo lo que tiene”.
Lil: La manera en la que yo me he sentido con el álbum y cómo lo ha sentido la gente que lo ha escuchado es genial. Lo han pillado. Me conocen.
Siento que quienes han escuchado Coco conocen una parte muy importante de mí. Aunque siempre digo que son las piedras que he soltado para liberarme, todavía quedan más. Quedan más recovecos de mi personalidad y de mi manera de pensar.
Fausto: Y quizá lo que tengas que decir mañana ya no sea fruto del dolor, sino de la alegría.
Lil: También, que igual ya toca (risas).
Fausto: No siempre se trata de ir a buscar más dolor para sacar temas, sino también de decir: “Mira lo que estoy recibiendo, mira lo que estoy consiguiendo”.
Uno puede hablar de sí mismo desde muchos sitios, y al resto le puede estimular igual.
Lil: A mí me cuesta transmitir la felicidad, tío. Tengo un tema, “Malico”, en el que mi objetivo era hacer una canción más relativista, que no fuera tan nihilista ni tan “la vida es una mierda”.
Pero al final siempre se cuela esa esquirla de dolor en medio, y sale una alegría cruda. Nada es tan bonito ni tan malico, ¿no? Y pienso: “A ver, chica, ¿no querías que esto fuera alegre?”. (risas)
Fausto: Pero es que nada es todo dolor ni todo alegría. Nada es absoluto.
Todos somos una compensación de circunstancias, un yin-yang constante. Necesitamos del dolor para poder valorar la satisfacción.
Lil: Yo siempre pienso que tiene que llegarme algo muy bueno. De verdad, siento que tiene que llegar algo muy bueno.
Fausto: Lo vas sembrando.
Lil: Lo intento.
Fausto: Por cierto, tú viajas, te desplazas fuera de Cataluña, del entorno cercano. ¿Qué tal tu relación con la gente del resto de España?
Lil: Súper bien. Cuando fui a Madrid por primera vez, tenía una percepción muy distinta de cómo era la gente allí. Y llegué y eran puro amor.
Todo el mundo se relacionaba súper bien conmigo, súper amables, un tipo de tarannà, como decimos en catalán, un modo de estar muy bonito.
Cuando vivimos en un círculo que no abrimos, la percepción que tenemos del exterior no siempre es real. Es muy necesario salir afuera.
Te ayuda también a ver: “Con lo rayada que estoy yo con este tema, mira cómo lo trata esta gente, con qué libertad, cómo le quitan hierro al asunto”.
Aprendes un montón. A mí me encanta viajar por eso.
Fausto: Estuviste por Badajoz, ¿no? Te quedaste uno o dos días.
Lil: Sí. El año pasado tuve la oportunidad de estar en Badajoz, luego Madrid, y este año he ido a Cáceres.
Fue genial. La gente allí es súper emotiva, muy entregada a la música, muy abierta al género.
Salí súper satisfecha y en el AVE pensaba: “Mierda, ya me estoy volviendo pa’ casa…”.
Y ya tengo otro viaje planteado para octubre.
Siempre de la mano de Canchalera, que es una chica que he tenido la oportunidad de conocer. Me llevo no solo una gran artista, sino una súper colega. Estamos haciendo proyectos juntas porque vemos que tenemos que apoyarnos entre todos.
Fausto: Es lo que te iba a comentar: esos links, esas colaboraciones, esos puentes que se crean.
En su momento hubo una conexión Sevilla–Barcelona muy importante, hace ya 24 años. Cuando vi Canchalera y vi a Lil, pensé: “Qué bien. Ya no es solo que de Badajoz venga gente aquí, sino que de aquí también vamos allí”.
Eso significa que hay otra percepción de las cosas, otra forma de entender que vamos a colaborar. Mañana puede ser Cáceres–Barcelona–Alicante… lo que haga falta.
Lil: Sí. Estuve en Valencia también hace poco. Flipé: la gente valenciana es súper entregada.
Ya tenía un par de amigos valencianos aquí y me lo esperaba un poco, porque tienen ese carácter súper abierto y emotivo, pero aun así me sorprendió.
Había gran parte del público que no me conocía. Y sabes eso de cantar el primer estribillo y ver cómo se lo intentan aprender para cantarlo en el siguiente, sin haberte escuchado nunca…
Me encantó porque te sientes como en casa, súper acogida. Es una vibra muy chula.
Fausto: Eso que comentas es importante. Yo he visto muchos conciertos, y en sitios como Andalucía la gente te palmea si hace falta, sigue al artista.
En otros lugares parece que manifestar una reacción intensa sea algo negativo, y el público se queda como paralizado.
Lil: Sí. Creo que en algunos sitios la gente se deja llevar más por el personaje que por la persona.
Un artista, cuando sube al escenario, en cierta manera interpreta un papel. Lo chulo es cuando ese papel encaja con la persona que es.
Pero también hay una parte de crítica: en según qué sitios, la gente no está tan dispuesta a empatizar con ciertos temas o a pensar.
Hay personas para las que la música es solo estar feliz, desconectar, no quieren ahondar en sus cosas.
Con el rap me encuentro mucho con esto: si vienes a un concierto de rap, te voy a hacer pensar, te guste o no.
Habrá temas de tiraera más divertidos, sí, pero la mayoría de las veces, si escuchas rap, es porque te van a hacer reflexionar.
Cuando el público no viene a pensar sino solo a desconectar, no lo recibe de la misma manera.
Fausto: Pero aun así, el hip hop es muy amplio. Hay partes que son pura fiesta.
Lil: Total, total. Y me encanta también.
Fausto: El rap te lleva a la reflexión y el hip hop tiene toda esa parte social, pero también la parte fiestera, como el flamenco que quiere decir algo aunque tenga fiesta alrededor.
Lo comentaba porque es bueno salir del propio entorno, conocer otros lugares, otras gentes, ver que lo que uno pensaba no es exactamente así. Eso te carga pilas.
Lil: Totalmente. Yo he vuelto de Cáceres motivadísima.
Porque cuando estás siempre en el mismo círculo es como: “Todo bien, pero ¿qué pasa? No avanzo, voy en paralelo”.
Tenía muchas ganas de salir y ver otros sitios, y me ha sentado muy bien.
Fausto: Espero que este año viajes mucho.
Lil: Eso espero yo también.
Fausto: Pero mucho, mucho. No solo porque tú vivas experiencias, sino para que la gente pueda conocerte. Es una satisfacción para los lugares a los que vayas.
En el mundo del rap y del hip hop hay artistas mujeres potentes, pero sigue siendo un territorio muy ocupado por hombres. Vuestra voz es muy importante, porque aporta todos los ángulos.
Lil: Exacto. Lo chulo es que haya dinamismo también en el rap, que no sea siempre el mismo tipo de reflexión o el mismo concepto.
Cada uno tiene su manera de expresarse, pero el punto de vista de una mujer muchas veces es distinto al de un hombre. Es otro ángulo.
Y está guay que podamos ver ambos.
Aun así, yo siento que estamos en un buen momento. Me siento súper acompañada viendo que hay muchas chicas buenísimas que lo están reventando.
Al principio era más: “Tienes que cantar así, tienes que ser más agresiva, tienes que poner la voz más grave…”.
¿Y por qué? ¿Por qué tengo que parecerme al rap de hombres?
Al final acabamos cogiendo referencias de ahí porque hemos crecido escuchando rap masculino, y cuando expresas rabia te sale de esa forma. Pero no es por imposición, es porque también te llena.
Fausto: Eso es como un plato en cocina: tú puedes hacer rap y aderezarlo con muchos formatos musicales. Escuchando tu disco, he visto que es muy variado.
Lil: Sí, es muy ecléctico, tío.
Fausto: No es que toques muchos palos externos, pero no entras en monotonía ni en repetición musical.
Lil: Es que soy una olla, tío (risas). Pienso mucho las cosas: lo que veo a mi alrededor, lo que siento, lo que sienten los demás… le doy muchas vueltas.
Por eso me cuesta caer en el mismo tema todo el rato.
Tengo temas de tiraera, como “Snoop” con Doble N, o “Subnormal”, que también va por ahí. Pero para mí esa parte es muy pequeña comparada con todo lo otro que quiero decir.
A veces incluso tengo que esconder cosas o sintetizarlas porque, o no se van a entender, o me van a funar.
Fausto: Es el miedo a abrir la boca.
Lil: Exacto.
Por ejemplo, “15 de junio”. Aunque no lo parezca, porque le he metido mucha melodía y canto dulce, en realidad hablo de algo que no me deja dormir: cómo va el sistema, cómo se está yendo a la mierda el mundo, cómo se vende una cosa y en realidad vivimos otra.
Se lo he contado a mucha gente y muchos no perciben que va de eso.
Fausto: Bueno, mucha gente se nutre de mensajes cortos: TikToks, tuits… La reflexión no está siempre presente en la mayoría. Es más fácil conectar con una palabra simple que con una reflexión que exige esfuerzo. Y no todo el mundo está dispuesto a hacerlo.
Lil: Exacto. Hay mucha gente que escucha música para desconectar, y también está bien. Yo también lo hago con otros géneros; con el rap no puedo siempre, porque me activa la cabeza.
Fausto: ¿Bailas?
Lil: Sí. Y está bien tener esa libertad. La música es bella porque puedes hacer lo que te dé la gana con ella y tienes una música para cada momento de tu vida.
Fausto: ¿Cómo has ido estableciendo esas colaboraciones que tienes, que cada vez son más y quieres que sean más?
Lil: Sinceramente, yo no hago colaboraciones con gente con la que no me lleve bien.
Prefiero conocer al artista primero y que surja de forma natural. En plan: “Vente al estudio, nos tomamos un café…”, y acaba saliendo un tema.
No me gusta nada lo precocinado.
Con NK Profeta, por ejemplo, fue muy guay: él me propuso el tema y lo hicimos en dos días.
Pero en esos dos días nos pegamos unas chapas por WhatsApp sobre la vida, sobre mil cosas. Yo necesitaba saber si esa persona, aparte de ser un buen artista (sus letras me gustaban), encajaba conmigo como persona.
Encajamos perfecto, es un tío de puta madre, y dije: “Pa’lante”.
Con Canchalera, igual.
Con Doble N, lo mismo: es un amor de persona, súper compleja pero muy de los suyos, muy cuidadora y noble. Me encanta poder decir que tengo colaboraciones con esta gente.
Uma Bridge también: un artista increíble. Él es productor, pero también canta. Hace funk, R&B, soul, rap… todo mezclado. Es brasileño.
Nos conocimos cuando yo empezaba el proyecto Bones Twice. Nos pusimos en contacto por redes, porque entonces no tenía más productores. Hicimos un tema muy chulo, más soul, pero justo en ese momento firmé el contrato con mi sello y tenía exclusividad con mi productor, así que tuvimos que separarnos.
Cuando terminé el proyecto de Bones Twice y empecé en solitario, lo llamé: “Bro, vamos a vernos, vamos a quedar”. Él me conecta con aquella fase en el pueblo haciendo soul y R&B, que fue donde desarrollé mi amor por la música.
Fausto: O sea, tú siempre con raíces africanas.
Lil: Sí, sí. De negritud total (risas). Mi expareja de 11 años, con la que lo dejé en diciembre, era negro. De alguna manera, todo me lleva ahí siempre.
Fausto: Claro, te impregnas.
Lil: Sí. La cultura, la manera de ser… Me parece una locura en el mejor sentido. Y al final, gran parte de la música de los últimos 40 años tiene origen en la negritud: jazz, blues, soul, etc.
Fausto: Todo, todo.
Lil: Elvis Presley, por ejemplo, recreaba música que originalmente era de gente negra. Tienen talentos especiales y, por suerte, cada vez más se les da voz e imagen.
Fausto: No deja de ser cultura urbana, música de calle.
Lil: Total. En España tenemos nuestro folklore, como el flamenco y otras raíces, pero todo lo que viene de Estados Unidos es la emergencia de lo que se cocía en los barrios.
Yo soy blanca, europea, de aquí, pero he vivido en barrio durante mi infancia. Eso me hizo comprender la situación social en determinados entornos y por qué se necesitaba este tipo de música, más controvertida y crítica.
Al final, también son nuestras raíces si has vivido con menos recursos. Siempre empatizas mucho con el movimiento rap/hip hop, porque es un canal de expresión.
Fausto: Es el canal más cercano que tenemos. Lo puedes hacer trabajando, en la calle, donde sea. Te anima el día.
Fausto: Otra cosa: ¿cómo vives tú, como artista y como mujer, el tema de la presencia en escena, la estética? Es complejo: cómo presentarte, que tú te identifiques, llegar a la gente y no quedar sometida a un estereotipo.
Lil: Es súper chungo. Para las mujeres es más complicado.
A mí me encanta vestir ancho, pero también me encanta vestir estrecho y ser una diva.
En Estados Unidos hay un montón de artistas femeninas que suben al escenario en bragas y tacones y hacen rap. Y no pasa nada, se las respeta igual.
Aquí creo que hay un prejuicio con esto que hace que yo, cuando hago conciertos, me sienta más cómoda y note que el público empatiza más si voy vestida de ancho.
Parece una tontería, pero he hecho bolos en los que llevaba un mono ancho, un top estrecho y una camiseta ancha encima. En cuanto me quitaba la camiseta ancha, cambiaba mucho la percepción del público.
Fausto: Aquí hay dos cosas: una es el criterio estético, combinar colores y tal. La otra es el estereotipo: tener que ir sacando teta o ir tapada como un saco.
Ambas son condicionantes.
Lil: Totalmente. Yo creo que, sea cual sea el género, tendría que haber libertad para vestirte como te dé la gana.
Sí que es verdad que hay géneros cuyo contenido encaja más con ir más estrechita o enseñando más, pero no creo que deba ser motivo para cambiar la percepción que tienes del artista.
A mí eso me parece absurdo.
También es verdad que yo vengo del mundo más underground, del patinaje, donde la ropa definía tribu. Antes existían las tribus urbanas, ahora ya está todo mezclado.
Antes, como vestías definía un estilo, una ética, unos valores. Hoy ya no es así. Entonces, si ya no es así, ¿por qué seguimos dándole tantas vueltas y vinculándolo a la música o a quién es el artista?
He visto que la ropa al final es una forma rápida para el público de hacer un prejuicio: entender qué identidad creen que tienes sin escuchar lo que dices.
Fausto: Claro, porque es un flash visual. En un segundo te haces un cliché. Luego ya está escuchar, disfrutar una hora y media de concierto, mirar la escenografía, luces, etc.
Lil: Sí. También hay gente que va al concierto a gozar la música y ni mira al escenario. Está con su grupo, de fiesta en paralelo.
Creo que el público, en cierto modo, necesita clasificarte en un personaje o clase para que les encaje todo.
Bueno, cada uno que piense lo que quiera. Yo seguiré vistiendo como me salga del totó. (risas)
Fausto: Muy bien. Creatividad en el escenario.
Al final, en la música están varias cosas: la música, el verbo, la imagen. Las tres cosas hay que cocinarlas.
Lil: Sí, y es complicado. A veces gente que viene a los bolos y me ha visto siempre de ancho, luego me ve por la calle con mallas estrechas y dicen: “¿Es ella o no es ella?”.
Fausto: Tenemos clichés, y el artista también está un poco obligado a mantener una coherencia para que la gente no se disloque.
Lil: Sí, pero ¿hasta qué punto es problema del artista? Al final es un producto: mezclas todos esos aspectos y presentas algo.
Yo soy muy free con todo y hago bastante lo que quiero. Entiendo que pueda ser incoherente para algunos, pero no le doy tanta importancia como quizá se debería.
Fausto: Bueno, has empezado 2025 bien. Espero que vaya a más, que acabes diciendo: “He conseguido casi todo lo que me propuse”.
Yo, cuando termina el año, reviso cómo ha ido, cómo me gustaría que fuera el siguiente, qué me gustaría conseguir.
Tú has mencionado más o menos qué te gustaría conseguir, pero dices que no haces mucho esto de esperar.
Lil: No, la verdad es que no lo hago mucho. Soy una persona con mucha fe.
No me marco objetivos tochos porque siento que van a llegar. No desde el ego, sino porque es mi pasión, es lo que he hecho siempre y es lo que voy a seguir haciendo.
Mientras pueda seguir haciendo música, ya soy feliz. Si luego suena la campana y pasa algo grande, perfecto.
El dejar de fumar, por ejemplo, sí es un objetivo porque requiere esfuerzo. Para mí la música no es un esfuerzo, es lo natural. Así que que sea lo que Dios quiera.
Creo que si te enfocas en lo que haces, crees en ti y lo disfrutas, las cosas buenas llegan.
Fausto: Es como una fuente de agua en el campo: se hace un tapón y el agua acaba saliendo. Saldrán temas, a veces con un toque, a veces con otro, a veces sola, a veces con compañía, pero no va a dejar de salir.
Nos vamos a sentir todos regados por esa fuente.
Lil: Sí. Soy muy cansina, además (risas). Voy a tener 60 años y me van a seguir escuchando.
Fausto: Ser persistente es importante. La constancia marca todo. La resiliencia, ser cabezona en lo que deseas.
Lil: Sí, sí.
Fausto: Oye, encantado.
Lil: Encantadísima de estar aquí.
Fausto: Encantado de que nos hayamos visto. Esta camisa que llevo te gusta, ¿eh?
Lil: Estoy súper contenta, sí. Es súper chula.
Fausto: Ese dibujo, ese tag, lo hizo Nano. Nano es un chaval que lo hizo hace 20 años. Tenía 16. Hay personas que son artistas desde muy pequeñas. Ahora es tatuador.
Lil: Ah, vale, vale. Es que yo tenía un amigo patinador que también tatuaba…
Fausto: Yo lo reconozco, lo veo y digo: “Hay personas que desde cualquier edad ya están transmitiendo algo”.
Sea con un tag, con un dibujo, con una música, con una letra…
Cada vez que veo estos tags me acuerdo de las personas y de la ilusión con la que dibujan o dibujaban, y de cómo iban haciendo su vida.
Lil: Es que va implícito en la condición humana, yo creo. Todo el mundo tiene algo que expresar.
Y si encuentra la manera de hacerlo, seguramente va a destacar.
Eso que dicen los amigos de: “Lo de la música se lleva dentro, tienes que nacer con talento”… Yo no creo en eso al 100%.
No se trata solo de nacer con un talento concreto, sino de encontrar tu vía de escape, tu vía de expresión.
A mí me gusta mucho dibujar, también he estado tatuando un tiempo. Todo lo que sean artes en general me gustan porque son un medio para expresar.
Fausto: Sí, un canal. Hay gente que lo necesita menos, pero en algún punto de su vida seguro que hace un muñequito de plastilina y piensa: “Qué bien lo he hecho y qué a gusto me he quedado”.
Lil: Sí, esa es la satisfacción de: “Lo he hecho”. Y cuando lo haces porque lo sientes y estás a gusto, sale bien, se refleja en el resultado.
Fausto: Muy bien. Pues encantado.
Lil: Encantada, bonito.
Fausto: Venga, aquí acabamos. Por hoy.
Lil: ¡Olé!